
El sueño es un proceso biológico. Lo condicionan aspectos conductuales, sociales y familiares.
El sueño ocupa una gran parte de la vida de los seres humanos, sobre todo en los niños. De los primeros 24 meses de la vida de un niño, 13 meses ha estado durmiendo.
Dormir bien es un derecho de salud de nuestros niños.
Las familias tienen diferentes formas de dormir a sus hijos (dormir solos, o acompañados de sus hermanos y/o padres). Estas pautas no son beneficiosas o perjudiciales en función sólo del sitio, forma y modo en que tiene lugar el sueño. Lo son, sobre todo, en función del significado social y psicológico que tiene para las relaciones intrafamiliares.
Igual que el resto de aspectos de la crianza de los hijos, debe ser un modelo que los padres elijan libremente. Con una buena información y sin imposiciones morales, religiosas, culturales o sociales. Tampoco, obligados por la conducta de su hijo.
No existen modelos buenos o malos sino diferentes. El mejor sistema es el que mejor y de forma más armónica se acople a cada unidad familiar en consonancia con los criterios culturales dominantes.
La mayor parte de problemas sobre horarios y hábitos de sueño de los niños surgen al intentar amoldar las necesidades de sueño de éstos con las expectativas y hábitos de los padres. También, por las circunstancias laborales y sociales de éstos.
El niño pequeño, de forma natural, tiende a dormirse al atardecer y a despertarse al amanecer. Es lo que se llama su ritmo circadiano.
Este ritmo choca con los horarios de sueño nocturno que los adultos hemos adoptado en esta sociedad. Por eso, no es muy razonable que acostumbremos a nuestros hijos a dormirse con nosotros. Con toda probabilidad no vamos a seguir con ese horario de sueño junto a ellos a lo largo de toda la infancia.
Por otro lado, los niños deben ser cada vez más autónomos en todas las esferas del desarrollo psicomotor.
Para que dicha autonomía se establezca adecuadamente es fundamental el desarrollo de un apego correcto.
El apego es el vínculo afectivo que el niño establece con sus padres desde que nace. Se basa en la seguridad, en la protección. No quiere decir sobreprotección ni dependencia excesiva. Significa confianza en el cariño, la protección y los cuidados de los padres. Cuando se establece en los primeros meses de vida de forma adecuada, hace más fácil que después el niño se sienta seguro y protegido incluso sin la presencia física de sus padres.
Para su establecimiento correcto, tras los primeros meses, las pequeñas separaciones padres-hijo del día a día deben ser progresivas. Deben vivirse con naturalidad y sin dramatismo por ambas partes.
Para el niño, cuando se va a dormir puede verlo como una separación. Pero ésta debe ser un acto predecible y rutinario. Debe aportar satisfacción para él y para sus padres. No debe ser un acontecimiento estresante cargado de ansiedad y miedos para ambas partes.
Esta rutina de separación es más fácil de lograr si se inicia antes de que el niño entre en lo que se llama etapa de "ansiedad de separación". En ésta, todos los niños se sienten más inseguros y temerosos al ser apartados de los padres. Suele iniciarse a los 6-8 meses de edad y dura hasta los 18-30 meses de edad. En esta fase debe evitarse, siempre que se pueda, el inicio del cambio de habitación, el inicio de la guardería o empezar cualquier actividad en la que el niño se tenga que separar de sus padres.
Si al llegar a esos 6-8 meses, edad en la que se inicia ésta fase, los niños ya están acostumbrados a dormir en su propia habitación, o en la de sus hermanos, no vivirán el momento de acostarse cada noche con ansiedad ni temor.
A partir de los 3-4 meses de vida, casi todos los bebés son capaces de dormir 5 horas sin despertarse para comer o por otra causa. Ese descanso nocturno mantenido no tendrá grandes variaciones hasta los 12 meses de vida aproximadamente.
Por todo lo dicho, parece que la mejor edad para que el bebé pase a dormir a una habitación diferente de la de sus padres podría ser entre los 4 y los 7 meses de vida. Ello no quiere decir, por supuesto, que no se le atienda si llora por la noche, o no se le alimente si quiere tomar el pecho.
En todo caso, se trata de decisiones que cada familia tomará en base a sus circunstancias. Y éstas pueden ser muy distintas.
- Ignacio Cruz Navarro. Pediatra. Centro de Salud “Montequinto”. Dos Hermanas (Sevilla)
- Grupo de Sueño. AEPap.